domingo, 8 de enero de 2012

Una locura llamada Dakar

En momentos de tranquilidad como el de hoy, disfrutando de la jornada de descanso, me siento a pensar un poco lo que he hecho. Llego al ecuador de la carrera en 51ª posición, tres puestos más atrás que el año pasado. No importa. Lo del depósito ha pasado factura y ha condicionado mucho, pero así es el Dakar y hay que aceptarlo. Lo que percibo es que, a diferencia del año pasado, siento que tengo mucho más control sobre el ritmo que debo llevar y cómo tengo que hacer las cosas.

El Dakar de 2011 fue mi primera vez, la novedad, el momento en el que vi cumplido mi sueño de infancia. Ahora la vivencia tiene otros matices. Ya no soy la novata, aunque aun no me considero una experta en los raids. El trial sigue siendo la parte más importante de mi profesión y todavía tengo mucho que aprender y por mejorar.

Mi objetivo sigue siendo terminar, que por sí solo ya es un reto en una carrera tan dura y compleja como el Dakar. Los primeros días no han hecho más que corroborar esa idea que a veces se percibe como un tópico. El Dakar no es un juego. Cada día nuestra integridad física se pone a prueba, no sólo por si somos capaces de resistir los 45ºC bajo el sol, o los largos kilometrajes que tenemos que superar llenos de obstáculos; la vida está en juego, aunque no seamos conscientes de ello. Los que montamos en moto no solemos hablar mucho del tema, pero cuando me preguntan qué es lo que más temo la respuesta es siempre la misma: una mala caída. Sé que muchos no lo entenderán, pero la moto es mi vida, mi profesión y mi pasión.

No sé aun cómo acabará esta historia, no sé si yo la acabaré. En 2011 llegué a la etapa de descanso sacando pecho y diciendo “pues creía que esto del Dakar iba a ser más duro”. No sabía lo canutas que las pasaría tres o cuatro días después. Como entonces, no sé que sucederá la próxima semana, pero este año he sufrido más, y eso que me siento más fuerte que nunca. Sólo sé que el Dakar sigue siendo una auténtica locura. Y debo estar loca, porque me gusta.



sábado, 7 de enero de 2012

La mano del gas

Otra vez me tenéis aquí, enganchada al Dakar. Desde que empezó esta aventura llamada Dakar, la verdad es que he vivido situaciones muy diversas: he tragado polvo, he sido testigo de accidentes sobrecogedores, he pasado un calor terrible, he visto como me penalizaban con 40 minutos por no pasar por dos way points el día que había igualado mi mejor clasificación del año pasado (un 35º puesto) e, incluso, he sufrido una caída tonta que por poco me deja fuera de carrera.

Ese día agujereé el depósito delantero de mi Gas Gas al impactar la moto sobre unas piedras, perdí todo el combustible y si no llega a ser por Marc Guasch, mi mochilero, que me prestó algo de gasolina, no hubiera alcanzado el campamento. Lo primero por lo que temí fue por esos desperfectos en la moto, pero cuando conseguí llegar al bivouac y me quité el guante, me di cuenta de que tenía la mano hecha polvo. Temí que estuviera rota, así que fui a ver a los médicos de la organización, que tras hacerme unas pruebas constataron que no tenía ninguna lesión grave, así que podía seguir en carrera, con molestias, pero al menos seguía en la pomada.

Ahora, afortunadamente, y tras recibir las sesiones mágicas de fisioterapia de Miguel Angel Domínguez, el fisio que me acompaña este año, parece que todo haya vuelto a la normalidad.